Para llegar a ser Santo de la Iglesia católica se deben pasar por diferentes etapas, las cuales son:
Siervo de Dios: El obispo diocesano y el postulador de la causa piden iniciar el proceso de canonización tras realizar una exhaustiva investigación con personas que conocieron al candidato para saber si en verdad su vida fue ejemplar y virtuosa. Si se logra comprobar por el testimonio de estas personas que su comportamiento fue ejemplar, la Iglesia le declara «Siervo de Dios».
Venerable: La Congregación para la Causa de los Santos del Vaticano aprueba la "positio" un documento en el que incluyen, además de los testimonios de los testigos, los principales aspectos de la vida, virtudes y escritos del Siervo de Dios. Si por estas detalladas averiguaciones se llega a la conclusión de que sus virtudes, fueron heroicas, el Santo Padre lo declara «Venerable».
Beato: Para que un venerable sea beatificado es necesario que se haya producido un milagro debido a su intercesión. Dicho milagro debe ser probado a través de una instrucción canónica especial, que incluye el parecer de un comité de médicos y de teólogos.
Santo: Para la canonización es necesario otro milagro atribuido a la intercesión del beato y ocurrido después de su beatificación. En el caso de algunos santos el procedimiento de canonización ha sido rápido, como por ejemplo, para San Francisco de Asís y San Antonio, que sólo duró 2 años.
Pocos han sido declarados santos en los años siguientes después de su muerte. Para la inmensa mayoría, los trámites para su beatificación y canonización duran 30, 40, 50 y hasta cien años o más.
Los santos "canonizados" oficialmente por la Iglesia católica son alrededor de 10.000, aunque los procesos tal como hoy los conocemos son relativamente nuevos, del siglo XVIII. Antes los santos surgían por aclamación popular.
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